Este blog forma parte del proyecto Diario Intimo de una Ficción Verdadera. Se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, División de Ciencia Sociales y Humanidades, Departamento de Humanidades, bajo la dirección del Mtro. Sandro Cohen.


domingo, 11 de marzo de 2012




Un experimento fuera de mi control (Versión final)



Daniel y yo llevamos viéndonos un mes, solo para tener relaciones sexuales. Ayer decidí ir a ver a su amante para contarle lo qué pasaba entre él y yo.



Le pedí que nos viéramos en el café que se encontraba en la esquina de su trabajo y accedió. Llegó con un semblante triste y le pregunté si se encontraba bien —gran error de mi parte— y comenzó a decirme que su relación con Daniel iba muy mal, que ya no quería estar con ella en ningún momento, que siempre llegaba directo a la cama a dormir.



Le dije que me disculpara pero que mi visita no era para platicar sobre su relación, que eso era algo que no me interesaba. Comencé diciendo que Daniel y yo estábamos teniendo sexo al menos tres días por semana —en ese momento atraje su atención— Me reclamó porqué le hacía eso, que si era una venganza. Me carcajeé y di la vuelta.



Mientras me retiraba, comenzó a gritarme que me iba a arrepentir por todo lo que le había hecho y que nadie jugaría con ella, mucho menos Daniel y yo. Seguí caminando hasta salir del lugar.



Esa noche Daniel llegó a la casa con sus maletas diciéndome que su amante le pidió que tomara una decisión y que él decidió quedarse conmigo; pero le di mis condiciones y ésa noche hicimos el amor con una pasión que hace mucho no sentíamos.



La mañana siguiente, durante el desayuno, platicamos sobre lo sucedido la noche anterior. Él dijo que su amante había amenazado diciéndole que nadie se burlaría de ella y que al final los que sufriríamos más seríamos nosotros. No le dimos importancia y nos fuimos cada uno a nuestros trabajos.



Daniel recogería a Sebastián a las tres de la tarde en la escuela para después vernos e ir a comer. Justamente a las tres de la tarde con quince minutos sonó mi celular y era Daniel; me dijo que habían tenido un accidente automovilístico a tan sólo tres cuadras de la escuela de Sebastián. Sinceramente, sigo sin saber cómo es que llegué al lugar del accidente, lo único que recuerdo es que al llegar vi el auto de Daniel destrozado. Me acerqué a una ambulancia esperando que no estuvieran ahí mi hijo y Daniel, pero no fue así. Daniel tenía sangrando la cabeza. Él me abrazó y me pidió que lo disculpara, que no era su intención lastimarnos y que nunca imaginó de lo que sería capaz su amante. En ese momento sentí un escalofrío que recorría cada parte de mi cuerpo. Sabía que Sebastián no estaba bien.

Daniel me llevó a la parte trasera de la ambulancia y ahí estaba mi niño, sangrado, con un grupo de paramédicos a su alrededor. Sentí que me moría, se nubló mi vista, me desmayé, y al abrir los ojos ya me encontraba en un hospital con muchas porquerías médicas a mí alrededor. Me levanté de la cama pero enseguida sentí un mareo que me impedía enfocar a quien se encontraba en la habitación; era mi mamá. Me pidió que me recostara y yo comencé a gritar que quería ver a mi hijo; lo único que me importaba saber era cómo se encontraba él. Sentí una desesperación que nunca había vivido. Si mi hijo se encontraba mal yo quería estar ahí con él.


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