Un experimento fuera de mi control (Versión final)
Daniel y yo llevamos viéndonos un
mes, solo para tener relaciones sexuales. Ayer decidí ir a ver a su amante para
contarle lo qué pasaba entre él y yo.
Le pedí que nos viéramos en el café
que se encontraba en la esquina de su trabajo y accedió. Llegó con un semblante
triste y le pregunté si se encontraba bien —gran error de mi parte— y comenzó a
decirme que su relación con Daniel iba muy mal, que ya no quería estar con ella
en ningún momento, que siempre llegaba directo a la cama a dormir.
Le dije que me disculpara pero que
mi visita no era para platicar sobre su relación, que eso era algo que no me
interesaba. Comencé diciendo que Daniel y yo estábamos teniendo sexo al menos
tres días por semana —en ese momento atraje su atención— Me reclamó porqué le
hacía eso, que si era una venganza. Me carcajeé y di la vuelta.
Mientras me retiraba, comenzó a
gritarme que me iba a arrepentir por todo lo que le había hecho y que nadie
jugaría con ella, mucho menos Daniel y yo. Seguí caminando hasta salir del
lugar.
Esa noche Daniel llegó a la casa con
sus maletas diciéndome que su amante le pidió que tomara una decisión y que él
decidió quedarse conmigo; pero le di mis condiciones y ésa noche hicimos el
amor con una pasión que hace mucho no sentíamos.
La mañana siguiente, durante el
desayuno, platicamos sobre lo sucedido la noche anterior. Él dijo que su amante
había amenazado diciéndole que nadie se burlaría de ella y que al final los que
sufriríamos más seríamos nosotros. No le dimos importancia y nos fuimos cada
uno a nuestros trabajos.
Daniel recogería a Sebastián a las
tres de la tarde en la escuela para después vernos e ir a comer. Justamente a
las tres de la tarde con quince minutos sonó mi celular y era Daniel; me dijo
que habían tenido un accidente automovilístico a tan sólo tres cuadras de la
escuela de Sebastián. Sinceramente, sigo sin saber cómo es que llegué al lugar
del accidente, lo único que recuerdo es que al llegar vi el auto de Daniel
destrozado. Me acerqué a una ambulancia esperando que no estuvieran ahí mi hijo
y Daniel, pero no fue así. Daniel tenía sangrando la cabeza. Él me abrazó y me
pidió que lo disculpara, que no era su intención lastimarnos y que nunca
imaginó de lo que sería capaz su amante. En ese momento sentí un escalofrío que
recorría cada parte de mi cuerpo. Sabía que Sebastián no estaba bien.
Daniel me llevó a la parte trasera
de la ambulancia y ahí estaba mi niño, sangrado, con un grupo de paramédicos a
su alrededor. Sentí que me moría, se nubló mi vista, me desmayé, y al abrir los
ojos ya me encontraba en un hospital con muchas porquerías médicas a mí
alrededor. Me levanté de la cama pero enseguida sentí un mareo que me impedía
enfocar a quien se encontraba en la habitación; era mi mamá. Me pidió que me
recostara y yo comencé a gritar que quería ver a mi hijo; lo único que me
importaba saber era cómo se encontraba él. Sentí una desesperación que nunca
había vivido. Si mi hijo se encontraba mal yo quería estar ahí con él.
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