Han
pasado tres semanas desde que Daniel se fue. Me enteré de que él seguía viendo
a su amante.
El lunes de la semana pasada llamé a Daniel
por celular y le propuse que nos viéramos solo para tener sexo. Él me dijo que
no, pero tres días después me regresó la llamada y me pidió que nos viéramos. A
esta cita decidí ir vestida con ropa muy sensual, pues necesitaba que él
accediera a mi propuesta para poder completar mi investigación.
Al
llegar al restaurante El Lago me di cuenta de que Daniel vestía un traje formal, cosa extraña
en él. Me recibió con un beso en la mejilla ─como si fuéramos los mejores
amigos─ Después de pedir las bebidas me tomó de las manos y me dijo que me veía
muy linda, que ya extrañaba ver mi sonrisa.
Mientras
comíamos yo le coqueteaba, sonriéndole, jugueteando con mi cabello y permitiéndole ver
mi cuello, pues a él siempre le ha gustado esa parte de mi cuerpo. Mientras
platicábamos, el violinista comenzó a tocar. Como no nos escuchabamos, por el volumen alto de la música, acerqué mi silla
a la de él y recogí mi cabello descubriéndome la oreja y el cuello. Al
encontrarnos tan cerca no pudimos evitar besarnos. En ese momento supé que podía seguir con mi experimento.
Al
salir del restaurante le pedí que me llevara a casa. Cuando llegamos Sebastián estaba
dormido y le pregunté si quería pasar a darle un beso de buenas noches
contestándo que sí. No podía desaprovechar la oportunidad de tenerlo en
casa, tan cerca de nuestra recámara. Le llevé una manta para que abrigara a
Sebastián y me fui del cuarto. Al salir, Daniel me dijo que ya se tenía que ir y
lo acompañé a la puerta. Al despedirnos le dí un beso y un abrazo, insistió que
ya tenía que irse. Le dije que podía quedarse si quería y sin pensarlo se pasó. Estando en las escaleras comenzó a besarme con la misma necesidad que un hombre toma agua en el desierto y terminamos haciendo el
amor.
Al
despertar me preguntó si eso era una reconciliación y le dije que no, que aun
no estaba lista; pero que pensara la propuesta que le había hecho y enseguida
me contestó que si era la única forma de estar conmigo la aceptaría.
Llevamos
dos semanas viéndonos todos los días solo para tener sexo. Nunca imaginé lo
bien que se sentiría esto, ahora entiendo por qué hay tantas personas que son
infieles. Lo que sigue es hacerle saber a su amante lo que está pasando entre Daniel
y yo.
Ahora
─que se invirtieron los papeles─ será ella la que tendrá que pedirle a Daniel
que tome una decisión.
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