No sé hasta donde llegará éste experimento. Solo sé que cada vez me apasiona más la idea de descubrir hasta donde es capaz de llegar un hombre infiel. Lástima que cada vez me interese menos lo que pase con mi matrimonio.
De los siete días de la
semana solo he salido tres, pero me he percatado de que es una situación que
molesta muchísimo a Daniel. Mi venganza está saliendo tal y como la planee.
Hoy fui a hablar con la
amante de Daniel y le pregunté qué tipo de relación tenían. Ella se sorprendió
mucho y me contestó que no había planeado nada con él que simplemente se
enamoraron. En ese momento quise soltar una carcajada, pero preferí no hacerlo.
Le dije que Daniel y yo ya no estábamos bien, que era muy
probable que él se sintiera mejor al lado de ella y le sugerí que le pidiera a Daniel formalizar su relación.
Esbozó una sonrisa y me
pidió disculpas sobre lo ocurrido. Me dijo que no era su intención interferir en
nuestro matrimonio. Pensaba en lo estúpida que se veía pidiendo disculpas
y seguía sin entender por qué Daniel había decidido salir con ella si era tan
poca cosa.
Me encontraba recostada en mi cama leyendo un libro, cuando se escuchó que abrían la puerta. Era Daniel que
llegaba del trabajo. Entró a la casa por mi hijo y lo llevó a la tienda por un
dulce, cuando regresó venía sin mi niño. Dijo que Sebastián había decidido
quedarse un rato en casa de mis suegros, que viven abajo de mi
departamento.
Se acercó a mí y me exigió una explicación de lo que estaba sucediendo. Con voz firme le contesté
que no me culpará a mí, que el culpable de todo esto era él. Le pregunté si su
amante le había platicado sobre la visita que yo le había hecho y me dijo que sí, que estaba muy confundido.
Comencé a reírme y le dije
que lo único que yo había hecho era darle alternativas a la situación. Me
preguntó si realmente quería que se fuera con ella, a lo que contesté que sí,
que eso era lo mejor para mí.
Arrodillado, me
pidió que no lo dejara, que yo era el amor de su vida y que no podría estar un
solo día sin mí. Le dije que tal vez tenía razón, que no podría vivir sin mí,
pero que tampoco podría vivir sin ella. Le pedí que tómara una decisión y le
dije que solo le daría esta semana para meditarlo, pero que no lo quería ver en
mi casa. Empacó sus cosas y se fué.
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